Dimensiones de la crisis energética: sin gas y petróleo, el crecimiento estará seriamente comprometido

Perspectiva

La Argentina ha visto disminuir fuertemente su horizonte de reservas de gas y petróleo mientras aumenta la demanda, lo que condiciona la oferta y compromete a futuro los precios. Un estudio de la Fundación Crear sostiene que para que no se frene el crecimiento económico hacen falta inversiones anuales de US$ 2.078 millones. Y, para ello, reglas claras.

La matriz energética argentina es, desde el punto de vista de los insumos, altamente dependiente del gas natural y los derivados del petróleo. Estas dos fuentes representan 87% de los recursos primarios; el resto está compuesto por la generación de energía hidroeléctrica (6%), nuclear (2%) y carbón, leña y las denominadas energías alternativas (3%).
En los últimos años, el horizonte temporal de las reservas comprobadas de gas y petróleo se redujo sensiblemente ¨de unas tres décadas a poco más de diez años para el gas¨ por la mayor explotación de los yacimientos conocidos y la baja inversión en exploración de riesgo, es decir en la búsqueda de yacimientos nuevos.
Para agravar el panorama, como en el mundo, la matriz energética argentina tiende a ser cada vez más dependiente del gas. Hoy, este insumo representa 49% de la producción primaria, y en quince años aumentaría a 56%

Un estudio dirigido por el analista Miguel Cuervo, del Centro de Estrategias de Estado y Mercado, para la fundación Crear prevé que para que el Producto Bruto Interno (PBI) argentino pueda mantener un ritmo de crecimiento de 3%, los sectores de gas y petróleo más el de energía eléctrica requieren, tanto en el upstream «la provisión de recursos primarios» como en el downstream «la oferta a los consumidores», de inversiones anuales promedio por U$S 2.076 millones, algo superiores a las registradas durante la década de los ’90 y muy por encima de las de los últimos años.

De largo plazo

El planeamiento de la matriz energética, señala Cuervo, es un tema estructural y «de muy largo plazo por el tamaño de las inversiones y los tiempos en los que se obtienen resultados: en gas y petróleo las inversiones en exploración, si tienen éxito, demoran entre cinco y nueve años en hacer comercializable el producto».
El consultor comenta que el trabajo para Crear «es un estudio de planeamiento estratégico al año 2020, un horizonte razonable con el que las empresas del sector trabajan como mínimo». El objetivo del análisis fue el de pensar en las necesidades de inversión en el área «si el país entra en una etapa de crecimiento sostenido de largo plazo, cuando después de dos años de crecimiento de entre 8 y 9% hubo problemas de provisión».
«El trabajo se planteó a partir de tres escenarios posibles: uno para la tasa de crecimiento histórico que proyecta un incremento del PBI de 1,2% anual, otro más hipotético de tipo asiático, “aunque también lo tuvieron países como Chile o Irlanda” de 5% anual, y otro con una tasa de 3% anual, que es la que el gobierno eligió para modelizar el pago de la deuda externa y tener un proceso de recuperación. El ejercicio sobre el que pivoteamos todo es el de 3%, que es el que tiene más sentido», añade.

Matriz gasífera

El analista Daniel Montamat, del estudio que lleva su apellido, señala que no sólo desde el punto de vista de los recursos primarios la matriz energética argentina tiene una gran participación del gas natural y el petróleo, sino que también en la matriz de consumo final estos recursos representan aproximadamente 40% cada uno; el restante 20% se lo lleva la electricidad.
«Dentro de las fracturas y discontinuidades, en la Argentina hubo una política que más o menos se mantuvo: el desarrollo del gas natural en la matriz energética», afirma el experto para explicar que el descubrimiento, hace más de 25 años, del yacimiento gasífero de Loma de la Lata y la explotación de gas en Bolivia generaron una “disponibilidad relativa” que impulsó el desarrollo del mercado interno y, luego, del de exportación.
Si bien Montamat reconoce que «hay pocos países que tengan esa participación del gas» en su matriz, destaca que Argentina no está a contramano del mundo, que «va a una gasificación dentro de los recursos fósiles, a una sustitución del petróleo por el gas natural, porque, entre otras cosas, es menos contaminante». A ello se suma el desarrollo de una tecnología «para transformar al gas natural en producto básico, ya que el LNG (Gas Natural Licuado) va terminar derivando en un mercado mundial de gas natural».

Inversiones

«Para un crecimiento anual de 3% la necesidad de inversión en energía para los 15 años, entre gas, petróleo y energía eléctrica es de US$ 32.000 millones aproximadamente, para que la energía no sea un agente que frene o perjudique ese proceso», dice Montamat. Eso da un promedio de US$ 2.076 millones anuales, poco superior al de la década 1993/2003.
Si en el período anterior se realizaron inversiones en promedio similares a las necesarias de cara al futuro, la pregunta es por qué se llegó a una situación de demanda insatisfecha.
«El diagnóstico oficial “dice Montamat” es que hubo sub-inversión por “los malditos ’90”. Yo creo que en los ’90 no todo fue la panacea que describen algunos, pero tampoco el infierno que describen otros. Hubo inversión en el sector, crecieron las reservas y la producción, aunque hubo insuficiente exploración para descubrir nuevo gas y a lo mejor comprometimos demasiado el horizonte de exportación sin tener ese nuevo gas que pudiera acompañar el desarrollo de reservas para los dos mercados».
Cuervo coincide en el análisis: «Hubo inversión por debajo de las necesidades, sobre todo en ciertos rubros, y además hubo inversión no reproductiva. Si uno mira los datos oficiales de las empresas, se encuentra con que en la década de los ’90 la industria hablaba de US$ 78.000 millones, pero incluía inversión de todo tipo en cualquier parte de la cadena, como compra de activos, la privatización y posterior venta de YPF o las inversiones en comercialización. Si uno se concentra en gas y petróleo, el núcleo de producción ha recibido escasamente US$ 13.500 millones. De ese monto, 84% fue a explotación y las reservas han bajado mucho».
«De la inversión en exploración, el grueso se hizo en la complementaria. En exploración de riesgo se invirtieron US$ 618 millones. Cuando en 1993 se liberaliza de alguna manera el mercado de gas, la Argentina tenía 30 años de reservas a ese nivel de consumo; con el aumento de la demanda interna y las exportaciones agregadas al final de la década, y un nivel de inversiones en exploración tan bajo, ahora tenemos escasamente reservas para 12 años de consumo comprobado».
Montamat destaca que «evidentemente hay un problema de inversión, tanto en gas como en petróleo y en electricidad, no sólo en el upstream sino también en redes, y esto se debe al colapso de reglas y señales de precio que hubo en 2002. Ese año la ley de emergencia puso en stand by toda la relación jurídica del sector y se congeló el precio final del gas y la electricidad pero se liberó el de los derivados petroleros, aunque después se sometió al sistema de retenciones. Hubo un crack de precios y un desplazamiento hacia el gas».

Un insumo para la producción

El consultor aclara que es necesario tener en cuenta la relación que tienen en el precio final los productos energéticos. «El gas natural sustituye derivados del petróleo. Cuando uno se queda sin gas natural hay que importar fuel a precio internacional. El gas natural y/o los derivados del petróleo determinan el precio marginal de la electricidad, porque el parque térmico sin gas natural debe usar fuel. Entonces lo que pase con el gas natural termina influyendo en el consumo final de energía».
«En el tema eléctrico, en 2007 podría llegar a haber necesidades de cortes; y en materia del gas se terminaría cayendo en opciones energéticas mucho más caras, como los sustitutos de origen petrolero. Estamos eligiendo una opción estratégica mucho más cara y que nos hace menos competitivos», agrega Montamat.
En ese marco, Cuervo advierte que «el análisis plantea un panorama lleno de luces rojas y amarillas” y destaca la necesidad de «conseguir inversiones en exploración».
Ante la cuestión de por qué no se realizaron inversiones en exploración de riesgo, evalúa que en petróleo, con libertad de precio y posibilidad de exportar divisas, «probablemente no haya zonas suficientemente productivas que justifiquen la inversión». A eso, dice, se agrega que en el país no hay una gran cantidad de empresas pequeñas que se especialicen en exploración, como en otras partes. Y, sobre todo, «la manera en que se privatizó atenta contra esto, porque las concesiones se hicieron sin ningún compromiso de mantenimiento de reservas».
Para el caso del gas, en el que llegó a haber años sin ningún descubrimiento de yacimientos nuevos, «esto también se debía a que el precio en boca de pozo era suficiente para pagar la producción y los pasivos pero no para explorar a riesgo».

Otras fuentes

El estudio de Crear toma en cuenta las inversiones comprometidas para elevar la cota de Yacyretá y culminar la central nuclear Atucha II. No incluye, en cambio, las hidroeléctricas Corpus (con Paraguay y Brasil) y Garabí, proyecto dejado oficialmente en stand by por Brasil.
Ante la fuerte necesidad de inversiones en gas y petróleo y las complicaciones que incluso a nivel mundial plantean estos recursos, cabe la pregunta de si no es deseable modificar la estructura de la matriz de energía.
Montamat vaticina que «en el mundo va a haber un cambio del paradigma energético» por la concentración del petróleo en «zonas calientes» y por los gases de efecto invernadero que despiden sus derivados. «Tenemos que seguir esa tendencia. Por eso en lugar de concentrar al Estado en energía petrolera lo haría en investigar las energías nuevas. No vaya a ser que se descubra petróleo a través de Enarsa y que el mundo ya esté en otro paradigma».
También apunta a «la vanguardia que tiene la Argentina en energía nuclear, sobre todo en la fabricación de plantas modulares. La energía nuclear está en una pausa en el mundo, pero puede volver a ser interesante, sobre todo si la tecnología reduce la vida de los desechos radioactivos, porque es libre de gases de efecto invernadero».
Otra fuente que menciona Montamat son los biocombustibles, aunque en su opinión debería buscarse integrar su cadena de valor a una energía alternativa y no a la cadena agropecuaria. «Yo desarrollaría el surtidor 100 % de biocombustible, compitiendo contra los combustibles fósiles. Es el esquema que ha seguido Alemania, que buscó en el biocombustible una fuente alternativa de energía», agrega.
De todos modos, y aunque reconocen que puede ser una alternativa, los analistas aclaran que la mayor parte de las denominadas «nuevas energías» no agregan capacidad importante. Y vuelven a la necesidad de inversiones.

Panorama

«Sólo en materia de energía eléctrica, si se terminan las obras previstas evitaríamos la crisis de 2007. Pero nos encontraremos de nuevo con un problema similar en 2011, porque la nueva oferta de energía efectiva requiere esas inversiones, y para 2014 debería haber un nuevo shock de inversiones. Y este no es un problema de combustibles sino de generación. Cada cuatro años, más o menos, se hace necesario un shock de inversiones para mantener un crecimiento de 3%», señala Cuervo.
«En refinería, para no importar gasoil, también hacen falta inversiones en 2007, 2014 y 2019. A eso se suman las inversiones en ductos”, especifica.
Las inversiones, coinciden los especialistas, necesariamente deben venir del lado privado. «La Argentina “señala Montamat” no tiene, en recursos fiscales, un punto y medio o dos del PBI para consagrarlos a inversión en energía».
Por eso sostiene que «hacen falta estrategias y reglas para reponer rápidamente los mecanismos de inversión. Ya hemos comprado un problema energético y aún con escenarios idílicos de reglas y señales de precios tendremos problemas por los próximos dos o tres años. Sin estas señales va a haber inversión insuficiente y un problema cada vez más grave».
«Esta administración está batiendo récords en materia de falta de señales, de reglas y de precios, para el sector energético pero para la gente también, porque todo el fuel que se importa de Venezuela a precios internacionales o el gas de Bolivia que se paga a casi el triple del de nuestras cuencas se financia con superávit fiscal. O sea que la gente lo está pagando con el bolsillo del contribuyente», añade.
El analista considera que «estamos en el peor de los mundos, porque no hay un plan central, no hay reglas de mercado ni una estrategia. Hemos hecho a la energía de corto plazo. Se pueden criticar los procesos de sub-inversión de antes, pero no se puede manejar a la energía con políticas cortoplacistas porque las inversiones en energía demoran años en arrojar resultados».
«Incluso el sector eléctrico, que es el menos criticado, funciona desde hace cuatro años sin contratos, y son sectores que son capitalistas en serio y que sin renta van a gastar en lo operativo para mantener el sistema pero no para hacer inversiones. Yo creo que el gobierno en vez de hacer política energética hace política con la energía. No se quiere comprar un problema de aumentos en el sector residencial, pero en vez de favorecer a los que lo necesitan con una tarifa social se está favoreciendo a todos sin estrategia. Además, hoy el superávit permite hacer las compras y la gente no se da cuenta, pero en Economía se empiezan a preocupar. Así, arreglamos el corto plazo con alambre y el problema va creciendo a largo plazo», enfatiza Montamat.
Para el consultor, con reglas «claras y contundentes» es probable que vuelva a haber inversiones. Cuervo opina que «el gobierno tiene que trabajar en el marco regulatorio y en los precios relativos» y puntualiza que «la industria del gas está pensando que para el precio de gas en boca de pozo el piso es de US$ 2 el millón de BTU y su techo es el gas importado en la variante de GLP que podría entrar en Buenos Aires en US$ 3,5″.
«Todo esto “concluye Montamat” lo vamos postergando, y el gobierno no es el único responsable, sino que traduce un sentimiento mágico arraigado en la comunidad; antes fue la magia del 1 a 1 y ahora la de que de alguna manera la providencia nos va a ayudar para que sin una estrategia de largo plazo haya energía para todos. El tema de fondo es que falta una estrategia de país. Y creo que este es el gran desafío».